Jesús y el leproso. By Fabian Massa.
Sobre una ministración del Pastor Pablo Dec[1].
—Si quieres, puedes limpiarme.
41 Movido
a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole:
—Sí quiero. ¡Queda
limpio!
42 Al
instante se le quitó la lepra y quedó sano. Mr. 1.40 - 42NVI
Evidentemente el hombre de la
historia habría oído hablar de Jesús, de su misericordia y de los milagros que
Dios hacía a través de Él.
Este hombre, del cual no se
registra nombre alguno, se acercó mucho al Cristo, tanto que Jesús solo tuvo
que extender su mano para tocarlo. Al hacer esto el hombre estaba violando la
Ley de Moisés, que ordenaba expresamente que los leprosos no podían acercarse a
las personas, sino que debían pararse a una distancia prudencial y
gritar:”Impuro, impuro” para advertir a todos que no debían acercárseles. Esta
era la actitud que tuvo el grupo de diez leprosos del relato de Lucas:
11 Yendo Jesús
a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. 12 Y al entrar en
una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se
pararon de lejos 13 y alzaron la voz, diciendo!: Jesús,
Maestro, ten misericordia de nosotros! Lucas 17.11 – 13 RV60.
¿Y porqué debían guardar distancia?
En aquella época, no se disponía de ningún tipo de tratamiento para la lepra, entonces
lo único que quedaba por hacer era evitar que la enfermedad se propague y esto
se conseguía aislando a los enfermos.
En el libro de Levíticos[2]
hay una serie de ordenanzas con respecto a la lepra, cuando una persona
sospechaba que estaba infectada debía presentarse al sacerdote, quien evaluaría
si se trataba de algo pasajero o de la enfermedad. Si efectivamente la persona
estaba padeciendo de lepra, era separada de su familia, de su pueblo y era
aislada. Era algo terrible, además de sufrir una enfermedad que destruía su
cuerpo día a día, la persona era desarraigada de todo, era declarada impura y
ya no tendría ningún tipo de contacto físico con nadie. Un leproso estaba
aislado, solo, desposeído, era discriminado, despreciado, la lepra era tomada
como un “castigo de Dios”, por lo tanto el enfermo estaba catalogado como un
“maldito”. No había nada que el enfermo pudiera hacer y la sociedad tampoco
podía hacer nada por él. El que padecía esta enfermedad estaba “muerto” en
vida, literalmente.
Pero a pesar de todo esto, el
hombre tuvo la confianza de acercarse a Jesús y arrodillarse delante de Él.
Entonces dijo:
—Si quieres, puedes
limpiarme.
Él no tenía dudas de que Jesús tenía el poder y la autoridad para hacer lo
imposible, librarlo de esa terrible plaga. Él tenía una fe y un entendimiento muy
grande, porque también reconocía la soberanía de Dios, por eso le suplico que
lo sane comenzando con Si quieres. ¡Él
se estaba sometiendo a la voluntad de Dios y estaba dispuesto a aceptar que
quizá El Señor no quisiera!
Si quieres, y todo su ser estaría clamando por
dentro:”Por favor quiere, concédeme la sanidad, la oportunidad para de dejar de
ser un paria, de volver a la vida, a la familia, al trabajo, a insertarme otra
vez en la sociedad”
41 Movido
a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole:
—Sí quiero. ¡Queda
limpio!
La misericordia y el amor de Dios está por sobre la
Ley. Jesús al tocar al leproso estaba rompiendo con las disposiciones dadas a
Moisés. Él podría haber soltado la frase sin tocar a la persona. Pero eligió
hacerlo. El toque del Maestro quizá no fue para sanar el cuerpo sino para traer
un bálsamo para ese hombre que no había tenido ningún contacto físico ni
demostración de afecto quien sabe desde cuanto tiempo atrás!
42 Al
instante se le quitó la lepra y quedó sano. Un tremendo milagro, sano, restaurado, ahora tenía
una nueva oportunidad. Podía volver a su casa, estar con su familia, trabajar,
soñar, vivir…
En la Biblia, la lepra es una figura del pecado. La
Palabra de Dios dice que la paga del pecado es muerte[3].
Podemos ver a diario como el pecado, al igual que
la lepra, mata a las personas de a poco día a día: Como el vicio de las drogas,
el alcohol, la depravación, la violencia, etc… hacen estragos en la sociedad.
Las personas son destruidas por la práctica del pecado: Primeramente ellas y
luego pierden familia, amigos, trabajo, oportunidades. El pecado arruina a
nuestra sociedad actual.
Al igual que sucedía con la sociedad en los tiempos
antiguos con la lepra, que no tenían “Tratamiento” y no podían dar una salida
al enfermo, así ocurre con nuestra sociedad actual: No tiene un remedio que
ofrecer al que está hundido en medio de sus vicios y errores.
¿Quién podrá ayudar entonces? Solo Jesús tiene el
poder y la soberanía para cambiar aquello que para el hombre es imposible.
Jesús sigue teniendo ese “Toque sanador” y un “Si quiero sanarte” en sus labios
hoy como ayer, porque Él no cambia.
Si Ud. tiene o conoce en su entorno gente que sufre
problemas que no puede resolver, como la droga, el alcohol, la pornografía, la
violencia, prostitución, indefinición sexual, sepa que estas cosas llevan a una
muerte en vida. Pero todo aquel se acerque al Maestro y le pida recibirá de Él
su misericordia y su Salvación.
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. La Semana 70 está por comenzar, hoy es tiempo de arrepentimiento de lo malo para salvación eterna.
[1]
Pablo Dec es parte del equipo pastoral y director del Instituto Bíblico de la
Iglesia Rey de Reyes del barrio de Belgrano, Buenos Aires Argentina, cuyo
pastor principal es el Rev. Claudio Freidzon.
[2]
Levítico 13
[3] Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de
Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 6.23 RV60
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